La lucha por los derechos de los trabajadores en México

La lucha por los derechos de los trabajadores en México

Por David Bacon

News Americas, LOS ANGELES, CA, Weds. 13 de marzo de 2024: Humberto Montes de Oca es el Secretario de Relaciones Internas del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Originalmente era un estudiante de arte de clase obrera que se hizo activo en los movimientos políticos de izquierdas del periodo de la Guerra Sucia de México (años 70 a principios de los 80). Se afilió al SME como acto político para formar parte del movimiento obrero radical del país, y se convirtió en uno de sus dirigentes más importantes.

Humberto Montes de Oca
Humberto Montes de Oca

En 2009, el gobierno de Felipe Calderón disolvió la Compañía de Luz y Fuerza del Centro de México, uno de los dos proveedores nacionales de energía eléctrica del país. A continuación declaró inexistente el sindicato y dio de baja a sus 44.000 afiliados. Aunque otras administraciones habían considerado al SME, uno de los sindicatos más antiguos, democráticos y radicales de México, como un adversario político, ningún gobierno había tomado antes una medida tan extrema.

Alrededor de 16.000 miembros del sindicato decidieron resistir el ataque e iniciaron un esfuerzo que continúa hoy para recuperar sus puestos de trabajo y sus derechos laborales, incluido el contrato sindical. Mantuvieron intactas la estructura y la sede del sindicato y crearon una cooperativa de trabajadores aliados para generar trabajo y ayudar a los afiliados a sobrevivir. Los demás miembros aceptaron la indemnización del gobierno y renunciaron a sus derechos sindicales y laborales.

En esta entrevista, presentada como una narración en primera persona, Montes de Oca describe el estado actual del sindicato y su relación con la administración progresista del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

El estado actual de la reforma laboral

Hoy nos encontramos en una situación creada por la reforma de la libertad sindical de 2019. En cierta medida esa reforma fue forzada al gobierno por la presión de los sindicatos de Canadá y Estados Unidos, como parte de la negociación del nuevo tratado de libre comercio T-MEC (Tratado-México Estados Unidos Canadá, USCMA en inglés). Se presionó a México para que hiciera cambios en la representación sindical porque el charrismo y los contratos de protección patronal se utilizaban para abaratar la mano de obra de los mexicanos. Los trabajadores de Canadá y Estados Unidos estaban en desventaja. La inversión de capital llega a México debido a estas condiciones más favorables.

En México, argumentaban esos sindicatos, los trabajadores deberían tener mayor capacidad de defender sus intereses para aumentar sus prestaciones e ingresos. Esta reforma se implementó siguiendo esta lógica. Obliga a todos los sindicatos a demostrar que son representantes legítimos de los trabajadores y a crear contratos colectivos de trabajo legítimos. Los sindicatos corporativos y de protección patronal se opusieron a esta reforma porque va en contra de sus intereses. Pero también se han adaptado inventando una estrategia en la que pasan por el proceso, aunque en realidad todo siga igual.

Es cierto que los sindicatos estadounidenses y canadienses buscaron integrar las reformas laborales de la legislación mexicana en el capítulo laboral del T-MEC. Pero también es cierto que en el sindicalismo mexicano existe una tradición de lucha democrática. Nuestra propia supervivencia como sindicato ha sido una lucha por la democracia sindical en duras batallas en los años 70, 80 y 90.

Pero la reforma creó organismos, como el Centro Federal de Registro Laboral, que ejercen un poder muy arbitrario que no corresponde al espíritu de la ley. Existe el peligro de que los propios sindicatos pierdan su autonomía y el movimiento obrero su independencia.

Sin embargo, hay grupos de trabajadores que están aprovechando la situación para liberarse de los sindicatos charros. El ejemplo de la victoria del sindicato independiente en la planta de General Motors en Silao es el más claro. Podemos ver que es posible que los trabajadores, utilizando este proceso de legitimación, desplacen a los sindicatos charros y logren una auténtica negociación colectiva.

Así que hay dos tipos de resultados. Por un lado, un proceso simulado permite que los sindicatos charros y los sindicatos de protección se legitimen mediante un procedimiento fraudulento. Por otro lado, un proceso auténtico permite desplazar a los charros y crear nuevos sindicatos democráticos.

Desgraciadamente, hasta ahora no existe ningún compromiso para un desafío generalizado por parte de los sindicatos independientes establecidos a la vieja estructura de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Los sindicatos democráticos están fragmentados.

Al mismo tiempo, la izquierda ya no habla de sindicatos. Está perdiendo su vínculo con los trabajadores. Necesitamos un movimiento obrero que se piense como clase, más allá de sectores o ramas individuales. La nueva Central Obrero, y las organizaciones de otros sectores que quieren un movimiento por la democratización sindical en nuestro país, deben unirse. Tenemos temas comunes: libertad sindical, democracia sindical, seguridad social, jubilaciones, pensiones, salarios, las bases para generar un movimiento. En ese movimiento caben muchos esfuerzos, incluyendo las Casas Obreras, los nuevos sindicatos emergentes y federaciones de sindicatos, y los viejos pilares del sindicalismo democrático como el SME.

Quizá a medio y largo plazo se produzca un reagrupamiento. Aunque algunos no se muevan ahora en esa dirección, quizá más adelante se convenzan de que es necesario, y puedan ayudar a construir ese proceso.

Nacionalizar la industria energética

Compartimos con el gobierno la idea de nacionalizar la industria eléctrica. En el pasado, defendimos la industria eléctrica nacionalizada frente a la privatización gradual que tuvo lugar en administraciones anteriores.

Hoy pedimos revertir la reforma estructural privatizadora de Enrique Peña Nieto, impuesta en 2013. Pero queremos agregar una dimensión social, el reconocimiento del derecho humano a la energía como un derecho constitucional, y la gestión social de esta área estratégica, con amplia participación de técnicos, trabajadores y usuarios de la energía. Necesitamos investigadores que puedan gestionar esta empresa pública y no convertirla en un instrumento político del Estado y del partido en el poder. Es lo que hemos visto con frecuencia en nuestro país, en el caso de las empresas públicas.

No basta con nacionalizar o renacionalizar la industria energética. Necesitamos la gestión social de industrias estratégicas para el bien común, con amplia participación de la sociedad, de los trabajadores, de los especialistas, de los propios consumidores de energía. El derecho a la energía es un derecho humano inalienable. La solución no es tan simple como decir “que se haga público y ya está”. Lo que tenemos ahora es la burocratización de la gestión: funcionarios públicos que obedecen a la lógica comercial y no al interés general de la sociedad.

La Comisión Federal de Electricidad, la empresa que suministra la energía eléctrica, es una empresa pública, pero eso no significa que tenga carácter social. La empresa te sigue cortando el suministro si no pagas.

Relaciones difíciles con el gobierno de López Obrador

AMLO fue candidato en 2010, durante la huelga de hambre en la que nuestro sindicato luchó contra el ataque que pretendía destruirnos. En una ocasión vino a estar con nosotros. Nos entregó una carta en la que prometía que cuando fuera presidente nos reintegraría a la plantilla laboral. Hasta la fecha no ha cumplido este compromiso y no ha escuchado al sindicato.

En cambio, AMLO ha apoyado a los antiguos dirigentes de nuestro sindicato, que en 2009 pidieron la capitulación del SME. Querían cobrar indemnizaciones, por lo que renunciaron al sindicato e intentaron disolverlo, liquidando sus bienes y repartiendo el dinero entre los trabajadores. Nos comprometimos a resistir y a luchar contra el decreto de extinción. Abandonaron esta lucha y, sin embargo, después de que lucháramos durante 14 años, son ellos los que están cerca del presidente.

Algunos funcionarios, como el vocero presidencial Jesús Ramírez Cuevas y el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett Díaz, utilizan a estos grupos disidentes para atacar al sindicato. Amenazan con tomar nuestras instalaciones con violencia y montan una campaña mediática de difamación.

La gente de este gobierno cree que el partido gobernante debe tener sindicatos útiles, leales y subordinados. Para ellos, un SME corporativizado sería útil. Como no hemos mostrado ninguna subordinación y salvaguardamos nuestra autonomía, esto no les gusta.

Nuestra organización siempre ha sido crítica. Reconocemos que el presidente está haciendo un esfuerzo por recuperar la soberanía energética del país, pero también tenemos críticas a su política laboral. Hay muchos conflictos y huelgas sin resolver, como la huelga de tres años en Sur Notimex y la de los mineros en Cananea. No hay solución para nuestros compañeros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. En resumen, la política laboral del régimen no es la que se podría esperar de un gobierno democrático.

El actual gobierno tiene poco diálogo con los movimientos sociales, a diferencia del progresismo en Sudamérica, donde presidentes como Lula, Chávez y Evo Morales han tenido mucha comunicación con ellos. En México, muchos movimientos sociales que apoyaron a MORENA [the current governing party] en 2018 se sienten decepcionados porque no han visto mejorar su situación ni atención a sus demandas. El gobierno propone una relación directa con la población sin intermediarios. En su opinión, un sindicato, una organización vecinal o una organización de académicos o investigadores son intermediarios. En cambio, el gobierno apoya a la población a través de su política social y sus programas de asistencia.

Esta es una política electoral clientelista, y en la Ciudad de México, MORENA perdió la mayoría de las alcaldías en las últimas elecciones. La ciudad ha sido la cuna del movimiento social de izquierda en México, pero no hay una buena relación entre el gobierno y sus movimientos sociales.

La situación actual de las PYME

Actualmente contamos con una membresía de aproximadamente 15,000 trabajadores activos y 10,000 jubilados, que provienen de la extinta empresa Luz y Fuerza del Centro. Tenemos trabajo en las plantas de generación recuperadas de esa empresa pública, y en otros emprendimientos económicos donde tenemos contratos colectivos. Tenemos un contrato colectivo con Generadora Fénix y un contrato con la empresa portuguesa Mota-Engil, donde formamos parte de la sociedad anónima generadora de electricidad. Tenemos derecho al 50% de los beneficios de la empresa.

Tenemos otros contratos colectivos con otras empresas, acuerdos menores, que nos permiten mantener el registro industrial nacional de nuestro sindicato. También tenemos gente trabajando en la cooperativa LF del Centro. El sindicato está formado por trabajadores que trabajan con un contrato colectivo de trabajo, trabajadores cooperativistas que trabajan en los proyectos de economía social y solidaria del sindicato y trabajadores que no tienen empleo.

Estamos incorporando a los hijos de los trabajadores en resistencia como miembros, no sólo en términos de búsqueda de empleo, sino creando espacios para nuestros jóvenes y niños. Tenemos grupos para mujeres y para pensionistas y jubilados. Tenemos una dirigencia legal y legítimamente constituida, elegida democráticamente. Queremos ofrecer espacios de participación.

Tenemos una fuerte presencia en los estados del centro de México, con estructura sindical en Morelos, Michoacán, Hidalgo, Estado de México y Ciudad de México. Mantenemos una fuerte alianza estratégica con los usuarios de energía eléctrica -la Asamblea Nacional de Energía Eléctrica- y realizamos jornadas de lucha los días 11 de cada mes. Nuestro objetivo es la reintegración laboral en la industria eléctrica nacionalizada. Para los usuarios, queremos el reconocimiento del derecho humano a la energía. Los usuarios necesitan un borrón y cuenta nueva para que se les perdonen sus deudas.

Tenemos muy buenas relaciones con los sindicatos de Estados Unidos y Canadá. Pudimos presentar una queja bajo el capítulo laboral del antiguo TLCAN gracias a la ayuda de los sindicatos de ambos países. Esa queja nos ayudó a presionar al gobierno de Peña Nieto para que encontrara una solución política a nuestro conflicto. Trabajamos para mantener esas relaciones.

Este vínculo entre sindicatos es necesario para defender los intereses de la clase trabajadora en nuestros tres países. En realidad, en México hay mayor protección y más libertad para los trabajadores que en Estados Unidos, donde los derechos laborales están muy restringidos. El artículo 123 de nuestra Constitución y la Ley Federal del Trabajo son producto de nuestros movimientos sociales. Sin embargo, paradójicamente, nuestros niveles de ingreso son mucho más bajos, y los sindicatos en nuestro país operan a menudo en nombre de los intereses de los empleadores y no de los de la mayoría de los trabajadores. Y no existe un auténtico respeto por la autonomía de los sindicatos.

Somos parte del proceso de cambio en América Latina. Hemos programado varios actos que reúnen a trabajadores internacionales de la energía. Intentamos apoyar a los trabajadores de Francia, que defienden su sistema de jubilación, y al pueblo peruano que está siendo masacrado. Acabamos de firmar una declaración oponiéndonos a los ataques contra las comunidades indígenas zapatistas por parte de grupos paramilitares vinculados a la élite política en el estado de Chiapas.

Crear una afiliación con conciencia de clase

Antes del intento del gobierno de destruir el sindicato en 2009, teníamos una escuela para activistas sindicales, organizada por compañeros jubilados con formación política. Todos los representantes sindicales tenían que participar en esta escuela de formación obligatoria. Teníamos una serie escalonada de módulos generales, desde la historia del movimiento obrero y de nuestro sindicato hasta el estudio de la economía política, el materialismo histórico y el marxismo.

Cuando ocupé el cargo de representante departamental, era un trabajador de base de la distribución subterránea en el departamento de cables subterráneos. En cuanto empecé a representar a mis compañeros, comencé inmediatamente a asistir a estas clases.

Los formadores venían de la universidad nacional y de otras instituciones de enseñanza superior, como Alejandro Álvarez y Andrés Barrera. Teníamos talleres sobre el derecho humano a la energía. Pero muchas veces era una formación muy acartonada, dogmática, en el sentido de que se interpretaba la realidad con los ojos del pasado. La prueba del dogmatismo fue que los profesores que impartían esas clases fueron de los primeros en renunciar cuando el gobierno nos atacó en 2009.

Lo que había que hacer era crear una teoría y una práctica basadas en nuevos retos y condiciones: una nueva situación con nuevos objetivos. El reto es entender la realidad en la que vivimos y utilizar el marxismo como herramienta metodológica para interpretarla y cambiarla. Lo que ocurrió hace 100 años no puede repetirse ahora. Hay muchos cambios en la economía, en la política, en la ideología, que necesitan un análisis contemporáneo desde una perspectiva revolucionaria, tratando de formular una alternativa.

Somos capaces de crear y recrear ideas revolucionarias basadas en las necesidades de nuestro tiempo.

Vamos a reactivar y reestructurar la escuela de activistas. Tenemos que hacer frente a la realidad del cambio generacional, y asegurarnos de que nuestros líderes tengan las herramientas y los conocimientos que les permitan dar la dirección adecuada a nuestro sindicato.

Tenemos becas para los hijos de los trabajadores que pertenecen al sindicato. Los llamamos los hijos de la resistencia, los hijos e hijas de los trabajadores que resistimos la extinción de nuestra fuente de trabajo y la disolución forzada de nuestro sindicato durante los últimos 14 años. Los estamos incorporando a nuestro programa de formación. Se les hace una introducción sobre los sindicatos y luego se les explica cómo nació nuestro sindicato y su historia a lo largo de 100 años. Hablamos de los momentos de lucha más importantes, de cómo creamos un proceso de resistencia para evitar su desaparición y de nuestra perspectiva de futuro.

NOTA DEL EDITOR: David Bacon es un escritor y fotógrafo residente en California, y antiguo organizador sindical. Lleva más de 30 años escribiendo sobre política y trabajo en México. Su libro más reciente esMore than a Wall / Más que un muro (Colegio de la Frontera Norte, 2022).

Este artículo de Congreso Norteamericano sobre América Latina (NACLA) es una versión abreviada de una serie de entrevistas de la UCLA. Las conversaciones completas fueron publicadas por el Instituto de Investigación sobre Trabajo y Empleo (IRLE), el Centro Laboral y el Centro de Estudios Mexicanos de la UCLA.


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