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Ciudad de México, México – Una red de puertos, ferrocarriles, carreteras y parques industriales que se extenderá a través del estrecho Istmo de Tehuantepec de México, conectando los océanos Atlántico y Pacífico para el comercio, es uno de los megaproyectos emblemáticos del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Un proyecto que activistas y pueblos indígenas han calificado de empresa militarizada para entregar la región a empresas estadounidenses.
Situado en el sureste de México, entre los estados de Oaxaca y Veracruz, el Istmo de Tehuantepec ha sido históricamente un punto de interés para el comercio internacional por ser la franja de tierra más estrecha entre el Golfo de México y el Océano Pacífico, una ventaja geopolítica que el gobierno mexicano pretende explotar a través de su Corredor Interoceánico del Istmo (CIIT), un proyecto de infraestructuras multifacético que conectaría las dos masas de agua.
Con una inversión inicial de unos 440 millones de dólares, el proyecto CIIT se proponía rehabilitar 190 millas de vía férrea y restaurar los puertos de Salina Cruz (Oaxaca) y Coatzacoalcos (Veracruz), así como modernizar los aeropuertos internacionales de Ixtepec y Minatitlán.
El corredor también renovará las carreteras para permitir un mayor tránsito.
Esperando transportar 1,4 millones contenedores anuales, la CIIT se ha anunciado como una alternativa rentable al Canal de Panamá.
Según el gobierno, Oaxaca podrá aprovechar 12 tratados internacionales vigentes con EE.UU., Europa y Asia, convirtiendo la región sur-sureste en un centro logístico y manufacturero de Norteamérica.
Mientras López Obrador ha prometido sostenibilidad y desarrollo económico para una de las regiones más marginadas de México, activistas y líderes comunitarios han acusado al presidente de entregar el istmo a los intereses de inversores internacionales en detrimento de los pueblos indígenas que viven allí.
«Miren, este proyecto en sí mismo es una violación a los derechos de los pueblos indígenas, al medio ambiente, y algo que recientemente -con la visita de las embajadas de Estados Unidos- nos quedó claro, es una amenaza a la soberanía nacional», dijo Mario Quintero, coordinador general de la Asamblea de Pueblos Indígenas del Istmo en Defensa de la Tierra y el Territorio, ubicada cerca del megaproyecto en el estado de Oaxaca.
Para Quintero, la reciente visita del enviado especial para el clima, John Kerry, junto con otros representantes del gobierno de Estados Unidos, el 21 de marzo, demuestra aún más su interés e influencia en el proyecto de López Obrador, que depende en gran medida del capital extranjero.
El desarrollo a lo largo del istmo no se limita a la modernización de ferrocarriles y puertos. El corredor interoceánico pretende convertirse en un punto caliente de inversión internacional, con el gobierno anunció el pasado julio la licitación de 10 parques industriales, cuatro de los cuales serán parques eólicos que, según López Obrador, serían financiados por el gobierno o bancos estadounidenses.
Además, el Banco Interamericano de Desarrollo anunció que otorgaría entre 1.800 y 2.800 millones de dólares en financiamiento privado para las empresas que deseen instalarse en el istmo.
En enero, la ministra de Economía, Raquel Buenrostro, compartió que se espera que un concesionario privado se comprometa a un plan de inversión para cada parque industrial del istmo.
Según se informa, el gobierno mexicano presentó el proyecto del corredor logístico a Estados Unidos con la idea de aprovechar la Ley de Chips y Ciencia del presidente Joe Biden, un estatuto que busca contrarrestar a China en la producción de semiconductores y reforzar las cadenas de suministro estadounidenses.
El gobierno mexicano busca poner en marcha el corredor y, apoyándose en la Ley de Chips y Ciencia, destinar empresas estadounidenses a México. «México es el mejor lugar para traer empresas que ahora están en Asia», dijo Buenrostro.
Quintero teme que esta inversión internacional planeada en la región traiga más perjuicios que beneficios, y dice que no se están tomando en cuenta los intereses de los pueblos indígenas que viven en la tierra.
«¿Qué significa esto?», preguntó Quintero. «Que se van a implementar proyectos extractivistas como mineros, como energéticos de traslado y extracción de hidrocarburos porque es un proyecto de dimensiones muy grandes que se está contemplando dentro de la lógica del comercio internacional y que no está contemplando específicamente los efectos ambientales, sociales, culturales y económicos que va a traer al Istmo de Tehuantepec y al sureste de México.»
Actualmente, el gobierno está construyendo un gasoducto a través del Istmo de Tehuantepec para abastecer a los parques industriales previstos. Además anunció una inversión de unos 6 millones de dólares para una planta de licuefacción en el puerto de Salina Cruz y una planta de coquización para transformar fuelóleo en gasolina.
Los efectos del proyecto sobre la vida y el territorio de los pueblos indígenas de la región ya son evidentes. Durante los últimos cuatro años, comunidades indígenas, activistas y defensores de los derechos humanos se han manifestado en contra del corredor interoceánico.
Por ejemplo, en enero, el Colectivo de Organizaciones Ambientalistas de Oaxaca (COAO) denunció severa deforestación en la región debido a la remodelación de la vía férrea, así como daños a lagunas, bosques y pantanos, informando que hasta la fecha, el gobierno no ha presentado ningún impacto ambiental. estudio para el proyecto.
Desde el inicio del corredor en 2019, los pueblos indígenas del istmo se han organizado y denunciado el despojo que implica el proyecto y los peligros de industrializar una región desplazando social y económicamente a sus habitantes originarios.
A través de bloqueos y marchas, los indígenas han luchado contra el avance del corredor interoceánico. Se han paralizado las obras en diferentes puntos del tramo, exigiendo a las autoridades que atiendan las peticiones de los afectados por el proyecto.
Como respuesta, López Obrador desplegó miles de efectivos militares para proteger la zona y entregó el control del proyecto a la Armada de México en aras de la «soberanía nacional».
Desde entonces, las fuerzas de seguridad han hecho un uso excesivo de la fuerza para detener los esfuerzos de las comunidades por proteger sus tierras. En más de una ocasión, la Marina utilizó la violencia y el acoso para obstaculizar la lucha de los manifestantes contra el megaproyecto.
Organizaciones como la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo de Tehuantepec (UCIZONI) han denunciado la violencia estatal ejercida por la Marina.
«No sólo el proyecto quedó bajo control militar, sino que está utilizando la fuerza militar naval para intimidar, hostigar y amenazar a la población local», dijo Carlos Beas, miembro de UCIZONI, a Aztec Reports.
Con sede en Oaxaca, UCIZONI lleva 40 años luchando contra los abusos y violaciones de los derechos de los pueblos indígenas. Recientemente, la organización ha visto cómo se militarizaba más la región para facilitar la construcción del megaproyecto, según Beas.
Su propia seguridad ha quedado en entredicho y, en marzo, su organización públicamente denunció En octubre de 2021, recibí llamadas telefónicas con amenazas de muerte, y mi casa fue tiroteada dos veces. Y luego, más recientemente, también hemos recibido algunos mensajes diciéndonos que el ejército nos va a detener», explicó.
Beas dijo que su equipo legal ha apelado a los fiscales del estado para que revelen si el gobierno planea presentar cargos contra él, lo que por el momento sigue sin resolverse.
«Porque en México, lo que ha sucedido mucho en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es que los defensores de los derechos indígenas, los defensores del territorio, los guardianes del territorio, como les llamamos, han sido asesinados y perseguidos, pero por grupos del crimen organizado, no abiertamente por militares o policías, como sucedía antes», explicó Beas.
México fue nombrado país más mortífero para los activistas medioambientales en 2021 por la ONG de derechos humanos Global Witness.
Oaxaca es actualmente el estado más peligroso de México para los defensores y activistas de derechos humanos, con 34 homicidios registrados desde 2018 hasta finales de 2022, lo que sienta un peligroso precedente para defensores como Beas y Quintero.
«Hoy en día [violence] es mediante el uso de los cárteles que se dedican a vender protección a las empresas y que operan muchas veces en relación con el propio Gobierno», dijo Beas.
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