
(Estambul) – Los agentes de las fuerzas del orden enviados a vigilar la región devastada por el terremoto de TurquíaPersonas sospechosas de robo y saqueo fueron golpeadas, torturadas y sometidas a otros malos tratos tras los terremotos del 6 de febrero de 2023, han manifestado hoy Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Una persona murió bajo custodia tras ser torturada. En algunos casos, las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley tampoco intervinieron para impedir que las personas atacaran violentamente a otras de las que presuntamente sospechaban que habían cometido un delito.
Aunque se han producido robos y saqueos de viviendas y comercios tras el terremoto, lo que supone un enorme problema de seguridad para las fuerzas del orden, el derecho internacional y las leyes turcas prohíben la tortura y otros malos tratos a sospechosos bajo cualquier circunstancia. El gobierno turco afirma desde hace tiempo tener una política de “tolerancia cero hacia la tortura”.
“Informes fidedignos sobre policías, gendarmes y militares que golpean violentamente y detienen arbitraria y extraoficialmente durante periodos prolongados a personas sospechosas de haber cometido delitos constituyen una espeluznante acusación contra las prácticas policiales en la región del terremoto de Turquía”, ha declarado Hugh WilliamsonDirector para Europa y Asia Central de Human Rights Watch. “Las fuerzas del orden ven el estado de emergencia por el desastre natural como una carta blanca para torturar, abusar e incluso matar con impunidad.”
Amnistía Internacional y Human Rights Watch entrevistaron a 34 personas y visionaron imágenes de vídeo, cuando estaban disponibles, de 13 casos de violencia perpetrada por la policía, la gendarmería -la policía en las zonas rurales- o soldados desplegados en la zona, en los que se vieron implicados 34 hombres. Los investigadores escucharon otros informes y vieron vídeos de otras personas que habían sido duramente golpeadas por las fuerzas de seguridad, pero no pudieron confirmar plenamente estos incidentes. Entre las personas entrevistadas había 12 víctimas de tortura u otros malos tratos, 2 personas amenazadas a punta de pistola por gendarmes, testigos y abogados.
Aunque cuatro de los casos documentados por las organizaciones implicaban también a particulares que ayudaron en las labores de socorro tras el terremoto golpeando a las víctimas, la investigación se centró en los malos tratos infligidos por funcionarios. Todos los casos de tortura y otros malos tratos, salvo tres, se produjeron en la ciudad de Antakya, en la provincia de Hatay. En cuatro casos, las víctimas eran refugiados sirios y las agresiones mostraban indicios de una motivación xenófoba adicional.
Todos los incidentes se produjeron en las 10 provincias cubiertas por el estado de excepción declarado por el presidente Recep Tayyip Erdogan el 7 de febrero y aprobado por el Parlamento dos días después. El estado de emergencia durante una catástrofe natural otorga al gobierno poderes como emitir decretos que ordenan el uso de recursos privados y públicos -terrenos, edificios, vehículos, combustible, suministros médicos y alimentos- para operaciones de rescate y socorro, desplegar al ejército para que preste ayuda, controlar los horarios de apertura de los comercios en la región afectada y restringir la entrada en la región.
Un hombre turco declaró que un gendarme le amenazó y le dijo: “Hay estado de excepción, te mataremos… Te mataremos y te enterraremos bajo los escombros”. Un sirio declaró que un comisario de policía al que se quejó cuando un agente le dio un puñetazo en la cara le dijo: “Aquí hay estado de excepción. Aunque este agente te mate, no tendrá que rendir cuentas. Nadie podrá decirle nada”.
El 17 de marzo, Amnistía Internacional y Human Rights Watch escribieron al ministro del Interior y al ministro de Justicia de Turquía para compartir los resultados de la investigación y solicitar información sobre las investigaciones de las denuncias de malos tratos presentadas y las pruebas de vídeo que circulaban por las redes sociales. El 29 de marzo, el Departamento de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia respondió en nombre del Ministerio de Justicia y del Ministerio del Interior. Los ministerios afirmaron que el gobierno turco no toleraba la tortura y afirmaron que las conclusiones de Amnistía Internacional y Human Rights Watch eran “alegaciones vagas que carecen de toda base fáctica”. La respuesta no abordaba las conclusiones de las organizaciones de derechos humanos ni las preguntas sobre casos concretos o prácticas policiales en la región del terremoto bajo el estado de excepción. La respuesta conjunta de los ministerios se centró en cambio en la magnitud del terremoto, la devastación y los esfuerzos de socorro.
La mayoría de las víctimas describieron haber sido recogidas por grupos de policías, gendarmes o soldados mientras participaban en las labores de búsqueda y rescate de los edificios destruidos por el terremoto o mientras paseaban por los barrios de Antakya. En la mayoría de los casos, las víctimas no fueron puestas bajo custodia oficial, sino que fueron inmediatamente golpeadas u obligadas a tumbarse o arrodillarse mientras recibían patadas, golpes e insultos durante un largo periodo de tiempo, a veces mientras estaban esposadas. Algunas fueron obligadas a confesar delitos. Pero sólo en dos casos se investigó posteriormente a las víctimas por presuntos delitos, lo que plantea serias dudas de que hubiera alguna vez sospecha real de que pudieran haber actuado ilegalmente.
“Mi casa está destruida, estoy viviendo en una tienda de campaña y encima la policía me pegó y me puso una pistola en la cabeza”, dijo un hombre. “Actuaron como si fuera el Salvaje Oeste”.
Una víctima de 19 años dijo: “Perdí la noción del tiempo y me pareció que todo duró hora y media o dos horas. Primero fueron ellos tres, luego vino todo un grupo de policías y les pegaron y patearon.
Sólo en 6 de los 13 casos investigados las víctimas o sus familias presentaron denuncias oficiales sobre la violencia que les habían infligido los agentes, incluida la de un hombre que denunció que él y su hermano habían sido torturados bajo custodia de la gendarmería durante un periodo prolongado de tiempo y que su hermano posteriormente se desmayó y murió bajo custodia.
En los otros siete casos, las víctimas dijeron que no presentarían cargos oficiales porque temían represalias y pensaban que las posibilidades de obtener justicia eran escasas. Varias dijeron también que la muerte de familiares y amigos en el terremoto y los profundos cambios en sus propias vidas eclipsaron los abusos que sufrieron a manos de la policía y la gendarmería.
Una mujer que trabajaba como traductora para equipos extranjeros de búsqueda y rescate declaró: “La mayoría de los gendarmes trataban a los sirios como ladrones y eran muy agresivos con ellos. No aceptaban sirios en los equipos de rescate y se enfadaban mucho”.
Otro voluntario sirio que ayudó a rescatar a varias víctimas turcas y sirias enterradas, pero que él mismo fue víctima de la violencia de la gendarmería y de la muchedumbre, dijo: “No voy a presentar una denuncia porque creo que no pasará nada. Tengo miedo de salir de casa porque han aparecido fotos de mi coche en las redes sociales y circulan vídeos nuestros… Tenemos miedo de que nos vuelvan a agredir. No fui al hospital a pedir un certificado médico porque tenía miedo de que me vieran como un saqueador, y somos sirios”.
Un testigo describió a “tres hombres jóvenes de unos 20-25 años, que parecían trabajadores y pobres, siendo golpeados por soldados como ‘saqueadores’, con los soldados llamando a ciudadanos particulares que estaban alrededor para que se unieran a los golpes”. Otro entrevistado dijo que vio a lo que parecía ser un oficial militar de alto rango dirigirse a una multitud desde su coche en Samandağ, cerca de Antakya, diciendo: “Si pilláis a saqueadores, dadles todas las palizas que queráis, dadles su justo castigo, pero no los matéis, llamadnos.”
Las autoridades turcas deben investigar penal y administrativamente de forma exhaustiva, rápida e imparcial todos los informes procedentes de la región del terremoto sobre torturas u otros malos tratos infligidos por la policía, la gendarmería y el ejército, independientemente de que sospechen o no que las víctimas han cometido algún delito, señalaron Human Rights Watch y Amnistía Internacional.
“Las desgarradoras descripciones e imágenes de violencia gratuita por parte de agentes de las fuerzas del orden que abusan de su poder en medio de la peor catástrofe natural que ha sufrido el país no pueden borrarse sin más”, ha declarado Nils Muiznieks, director del Programa Regional para Europa de Amnistía Internacional. “Todas las víctimas, incluidos los refugiados, tienen derecho a la justicia y a la reparación por el sufrimiento que han padecido. Las autoridades deben iniciar de inmediato investigaciones penales sobre todos los casos de tortura y otros malos tratos infligidos por la policía, la gendarmería y otros funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, y poner a los responsables a disposición judicial.”
Para consultar informes y conclusiones detallados, véase más abajo.
Antecedentes
Tras los terremotos del 6 de febrero, los políticos de la región se pronunciaron con amenazas sobre los robos en las provincias afectadas. Ümit Özdağ, líder del pequeño partido de extrema derecha Partido de la Victoria (Zafer Partisi), tuiteó que había que ordenar a la policía y a los soldados que dispararan a los saqueadores. El 10 de febrero, el portavoz del gobierno, Ömer Çelik, declaró a los medios de comunicación durante una visita a un hospital para atender a las víctimas del terremoto: “Quiero decir alto y claro que seremos extremadamente implacables. Advertimos a quienes participen en saqueos, que sepan que vivirán con esta vergüenza el resto de sus vidas”.
A partir del 10 de febrero, circularon por las redes sociales imágenes de vídeo de personas vestidas con uniformes de policía, gendarmería y ejército golpeando a la gente en lugares parecidos a la zona del terremoto. Varios vídeos procedían de canales de Telegram con nombres que hacían referencia a los saqueos, a veces con una implicación despectiva, como “Earthquake Looter Crooks” (Deprem Yağmacıları Şerefsizler)) o “Looter Bastards” (Yağmacı Piç Kuruları).
El Laboratorio de Pruebas de Crisis de Amnistía Internacional ha verificado los detalles de 10 vídeos que muestran actos de violencia cometidos por personas con aparentes uniformes de las fuerzas de seguridad oficiales. Cuatro de los vídeos muestran claramente a fuerzas de seguridad oficiales golpeando a personas, a veces mientras las víctimas tienen las manos atadas. Todos los vídeos, que están disponibles en Internet y han tenido amplia difusión, muestran a las fuerzas de seguridad oficiales cometiendo abiertamente actos de violencia y merecen una investigación más a fondo.
Amnistía Internacional también ha podido confirmar, a partir de vídeos, dos incidentes en los que personas que llevaban chalecos antibalas voluntarios participaron en una agresión en presencia de la policía o la gendarmería. En al menos cuatro casos documentados, las pruebas fotográficas y de vídeo corroboraron las declaraciones de víctimas y testigos entrevistados por las organizaciones.
El caso de Ahmet y Sabri Güreşçi
Entre los casos investigados estaba la desgarradora prueba de la tortura de los hermanos Sabri Güreşçi, de 37 años, y Ahmet Güreşçi, de 27, por parte de la gendarmería, que provocó la muerte de Ahmet bajo custodia. No se encontraron imágenes de vídeo, aunque Sabri Güreşçi afirmó que los gendarmes los habían filmado mientras los golpeaban.
En una entrevista con nuestros investigadores y una denuncia oficial a la policía el 13 de febrero, Sabri Güreşçi dijo que los gendarmes los habían detenido a él y a Ahmet el 11 de febrero en su casa del distrito de Büyükburç de Altınözü, en Hatay, bajo sospecha de saqueo y otros delitos.
Según Sabri Güreşçi y su esposa, en cuanto llegaron los gendarmes, éstos dispararon cuatro o cinco veces al aire, aunque él y su hermano no opusieron resistencia. Después de meter a los hermanos en un vehículo, hasta 15 gendarmes les golpearon con porras en la cabeza, los brazos y las piernas, les dieron bofetadas y puñetazos, les insultaron y amenazaron. Esto continuó hasta que llegaron al puesto de la gendarmería de Altınözü.
En contra de la ley, los hermanos no fueron llevados a un médico para que los examinara antes de llevarlos a la comisaría. Fueron retenidos en un lugar más parecido a un almacén que a una celda, donde hasta diez gendarmes les rociaron con agua y les golpearon durante un largo periodo de tiempo, les desnudaron, les apretaron los testículos e intentaron sodomizar a los hombres con porras.
Sabri Güreşçi citó a los gendarmes diciendo: “Hay un estado de emergencia, os mataremos… Os mataremos y os enterraremos bajo los escombros… Diremos que el público te ha linchado”. Después de eso, dijo Sabri, Ahmet perdió el conocimiento y escupió sangre, tras lo cual fue llevado al hospital y declarado muerto.
La autopsia realizada el 12 de febrero en presencia del fiscal reveló una lesión cerebral, que podría haber provocado la muerte, y varios hematomas en el cuerpo. Todavía está pendiente la evaluación completa del informe de la autopsia por el Instituto Forense para determinar la causa exacta de la muerte.
Un informe médico posterior sobre Sabri Güreşçi reveló numerosas abrasiones, heridas y largas contusiones en los hombros, la espalda, las nalgas y las extremidades, así como un pulgar roto, lo que concuerda con sus afirmaciones de que había sido golpeado y pateado con porras por los gendarmes. La Fiscalía de Altinözu abrió una investigación (caso número 2023/302) y solicitó una orden de secreto durante la investigación, que fue concedida por un tribunal.
Sabri fue puesto en libertad y se le prohibió viajar a la espera del resultado de la investigación penal contra él. Al parecer, tres agentes de la gendarmería fueron suspendidos a la espera del resultado de la investigación. Sabri Güreşçi declaró que había identificado a nueve de los agentes que participaron activamente en las torturas a las que fueron sometidos él y su hermano y que condujeron a la muerte de éste.
El caso de los cinco hombres kurdos de Diyarbakır.
El 14 de febrero, los abogados de R.T., İ.T., E.T., Y.A. y A.T., cinco jóvenes kurdos de Diyarbakır que habían viajado a Adıyaman el 11 de febrero en un grupo de siete personas para ayudar en las operaciones de búsqueda y rescate, denunciaron ante la Fiscalía General de Diyarbakır una segunda denuncia muy grave de tortura por parte de la gendarmería y la policía de Adıyaman. Como en algunos otros casos, Human Rights Watch y Amnistía Internacional utilizan las iniciales de las personas afectadas a petición de éstas para proteger su intimidad.
La denuncia de los hombres ante la fiscalía afirma que los gendarmes se los llevaron sin explicación alguna del lugar donde se había derrumbado un edificio en el que se estaban llevando a cabo operaciones de rescate. Les llevaron a una tienda cercana llena de gendarmes y policías y les acusaron de saquear o robar. Cuatro o cinco gendarmes y un agente de policía, así como algunas personas de paisano, les golpearon.
Aproximadamente una hora más tarde los llevaron a una comisaría en una furgoneta blanca con dos gendarmes, uno de los cuales dijo: “Si uno de ellos se mueve, lo matamos”: “Si uno de ellos se mueve, le volamos los sesos”. En la comisaría, unos 30 agentes de policía golpearon, dieron puñetazos y patadas a los hombres con manos, pies, porras y palos hacia las 10 de la noche. Al parecer, algunos policías grabaron las torturas con sus teléfonos móviles. Después, la policía confiscó sus teléfonos, documentos de identidad, carteras y ropa, y dejó a los hombres en ropa interior.
Los obligaron a subir de nuevo al mismo autobús blanco, pero no les permitieron sentarse, sino que los hacinaron entre los asientos. Cuando el autobús partió, los agentes de policía les obligaron a confesar bajo falsos pretextos que habían saqueado y a decir: “Somos ladrones e hijos de puta”, lo que los agentes también grabaron con sus teléfonos móviles. Durante el trayecto fueron golpeados y amenazados con insultos y amenazas de muerte.
Hacia medianoche, les obligaron a bajar del minibús en una zona desierta, a casi 10 kilómetros de la ciudad. A temperaturas bajo cero, la policía roció a los hombres desnudos con agua y les obligó a arrastrarse por el suelo. Tras devolverles sus documentos de identidad, la policía los dejó allí. Un hombre había conseguido esconder un teléfono en su ropa interior para pedir ayuda.
Amnistía Internacional y Human Rights Watch investigaron la denuncia penal, hablaron con R.T., que confirmó las afirmaciones, vieron imágenes de vídeo en las que se veía cómo rescataban a los hombres, que habían circulado por las redes sociales, y hablaron con un periodista que fue de los primeros en entrevistar a los hombres en el lugar de Adıyaman al que los habían llevado tras su terrible experiencia. Uno de los hombres fue hospitalizado con una grave lesión ocular tras el incidente.
El caso de R.A. y sus familiares
R.A., de 51 años, dijo que el 18 de febrero, agentes especiales de la policía acudieron a la casa de su primo en Iskenderun, donde él y su familia se alojaban después de que su casa resultara gravemente dañada por el terremoto:
Un agente de policía de las fuerzas especiales vestido completamente de camuflaje, con máscara y escudo, me apuntó con un arma y me dijo que me tirara al suelo. En pocos minutos, yo, mi hijo, mi primo y sus tres hijos estábamos en el suelo. Nos golpearon terriblemente. Nos golpearon con patadas, puñetazos y porras. Mientras nos pegaban, decían: “Sois ladrones. Habéis robado”. Cuando registraron la casa, rompieron todas las puertas y dañaron nuestros objetos personales.
R.A. y su hijo, así como su primo A.Y. y sus tres hijos, fueron esposados y llevados a un autobús de la policía, donde continuaron las palizas mientras los trasladaban a la comisaría de Denizcil, en Iskenderun. R.A. declaró que un agente de policía con uniforme normal “me dijo que era de Yozgat, me llevó a un lugar sin cámaras y me golpeó uno a uno mientras otros agentes miraban y no hacían nada para detenerlo. Me rompieron los dientes y las costillas, me magullaron los ojos y tengo muchos moratones por todo el cuerpo”. La referencia del policía a que es de Yozgat puede entenderse como una alusión racista al hecho de que R.A. es kurdo, porque algunos habitantes de Yozgat presumen de ser nacionalistas turcos.
R.A. dijo que su primo A.Y. era propietario de una tienda de telefonía y electrónica en Iskenderun y que había retirado todos los productos de la tienda con sus hijos por motivos de seguridad. Otro propietario de una tienda del mismo bazar informó a la policía de que le habían robado artículos electrónicos y que A.Y. y sus hijos podrían haber sido los ladrones, ya que se les había visto por la zona. Esto llevó a la policía a registrar la casa de A.Y.. La policía también detuvo a tres hombres sirios que trabajaban en el mismo bazar y que también estaban en la casa. R.A. quedó en libertad bajo vigilancia judicial a la espera de la investigación penal.
Caso de Ömer Türkmen y sus sobrinos
Ömer Türkmen, de 37 años, dijo que él y sus dos sobrinos, Nizam Doğan, de 20 años, y Mehmet Ali Doğan, de 18, fueron atacados por agentes de policía de las fuerzas especiales frente a su casa en el distrito de Saraykent de Antakya el 24 de febrero. Su casa había resultado dañada por el terremoto y los tres estaban de visita. Un agente de policía comprobó su documento de identidad, lo acusó de ser un ladrón convicto y le propinó un puñetazo en el lado izquierdo de la cara, por debajo de la frente, que le hizo caer al suelo. A continuación, el agente le golpeó en la cabeza con la culata de su pistola, le apuntó con ella y le dijo: “Te voy a matar aquí”. Otros policías también le propinaron patadas en el estómago mientras yacía en el suelo.
Los policías también golpearon a sus sobrinos, que habían intentado ayudar a Türkmen. Cuando un comisario de policía y otros agentes llegaron en un vehículo media hora más tarde, Türkmen explicó que esa era su casa. El comisario de policía dijo que no había necesidad de prolongar el asunto, que estaba cerrado, y aunque se disculpó, le dijo a Türkmen: “Si yo hubiera estado aquí, habrías estado peor”.
El 25 de febrero, Türkmen obtuvo un informe médico del hospital que documentaba sus lesiones y presentó una denuncia formal ese mismo día en una tienda de campaña de la policía en el jardín de la Oficina del Gobernador de Antakya.
El caso de M.G. y C.T.
En todos menos tres de los 13 casos documentados, agentes de policía y gendarmes golpearon y maltrataron a personas fuera de los lugares oficiales de custodia sin dejar constancia escrita del arresto o detención de facto de la persona.
El 10 de febrero, la policía golpeó duramente a M.G. y a su amigo C.T., ambos de 19 años y originarios de Antakya. M.G. declaró que les golpearon en el distrito de Armutlu poco después de que ambos se tomaran un descanso de las labores de rescate en el edificio donde la tía y el primo de C.T. estaban atrapados bajo los escombros. Los dos jóvenes entraron en un edificio cercano para ir al baño tras preguntar a un gendarme dónde podían encontrar un aseo. M.G. dijo que la policía les siguió hasta el edificio: “No nos dieron tiempo para explicarnos, no nos escucharon y empezaron a golpearnos. Pensé que pararía cuando saliéramos del edificio, pero eso fue sólo el principio”.
M.G. dijo que la policía lo sacó primero a rastras del edificio, donde varias personas, entre ellas policías y gendarmes, lo atacaron:
Todo un grupo numeroso se acercó y le golpeó y pateó. Perdí la noción del tiempo y me pareció que todo duró una hora y media o dos horas. Nos llevaron a tres lugares distintos y nos metieron en diferentes vehículos. Los policías nos esposaron por detrás, no pudimos resistirnos y tuvimos que tumbarnos boca abajo. No podíamos hablar porque nos insultaban, se reían de nosotros, uno dijo que se libraba de su estrés con nosotros y dijo cosas como “Dios os ha enviado a nosotros”. Cuando conseguimos pedirles que llamaran a la tía de C.T. y la llamaron, se dieron cuenta de que no éramos saqueadores. Nos soltaron.
M.G. y C.T. tienen informes médicos que documentan sus lesiones y presentaron una denuncia formal el 12 de febrero ante la policía y la fiscalía de Ürgüp, Nevşehir, donde posteriormente se alojaron con unos familiares.
El Laboratorio de Pruebas de Crisis de Amnistía Internacional también revisó y analizó un vídeo de 32 segundos en el que se veía cómo golpeaban a los dos jóvenes, que circuló por cuatro canales de Telegram el 12 de febrero. C.T. confirmó que él y M.G. son los hombres del vídeo. El vídeo muestra una entrada a un edificio de la que sale M.G. acompañado por agentes de policía, y un grupo vestido de civil que le ataca, con agentes de policía y gendarmes presentes. Se puede ver a C.T. en la puerta, pero vuelve a entrar cuando comienza la reyerta.
Se oye de fondo a un hombre que dice: “Vamos, sal. Vamos a darte una paliza para que entres en razón. Vale, aplastadle la cara y la boca”. En el vídeo aparecen unas nueve personas además de las dos víctimas. Dos de ellas llevan uniformes de la gendarmería. Un hombre lleva el chaleco verde brillante de una empresa de construcción. Otro hombre a su lado sostiene un palo que parece de metal y parece prepararse para golpear a M.G..
A medida que la paliza se intensifica, aparecen otros dos hombres con ropa de camuflaje que intentan disolver la paliza junto con los otros dos gendarmes. El hombre que graba el vídeo dice: “¿Saqueo ha? Golpea al maricón. La gente está lidiando con el terremoto y mira lo que estás haciendo”. Hacia el final del vídeo, aparecen dos policías de uniforme y otro hombre con ropa de camuflaje. C.T. confirma que M.G. fue el primero en salir del edificio y fue golpeado, mientras los policías que estaban dentro tiraban de C.T. hacia atrás.
Tortura y otros malos tratos a Refugiados sirios que viajaron a Antakya
Los investigadores entrevistaron a siete refugiados sirios de ciudades y provincias vecinas que habían viajado a Antakya para ayudar en las labores de búsqueda y rescate tras el terremoto, rescatando de entre los escombros a familiares, amigos y personas desconocidas para ellos. Todos los entrevistados afirmaron que la policía, los gendarmes y los soldados les trataban mal, dándoles órdenes de forma grosera y “dirigiéndose siempre a ellos con el odioso ‘¡Sirio, haz esto; sirio, haz lo otro!”, como H., un hombre de 48 años, describió la humillante experiencia de ser insultado durante los controles de identidad.
Durante los registros de entrada a Antakya, los tres hombres, A., L. y H., dijeron que los gendarmes vaciaron sus pequeñas mochilas en la calle “porque éramos sirios”. En otra ocasión les llamaron “traidor, ladrón” y los insultos escalaron hasta la violencia física y los golpes.
U., de 28 años, dijo que él y un grupo de 11 amigos de la cercana ciudad de Reyhanlı habían viajado a Antakya para ayudar en las labores de búsqueda y rescate el día de los terremotos. El 11 de febrero regresaron a Reyhanlı con dos cadáveres recuperados de entre los escombros, entre ellos el de un hombre del mismo pueblo que U., en la provincia de Idlib, y la bicicleta eléctrica de otro hombre que les había pedido que se la consiguieran. En Antakya, se detuvieron a tomar sopa. U. dijo que un grupo de particulares y gendarmes los acusaron de robar y empezaron a golpearlos. Algunos consiguieron huir, pero al menos seis fueron golpeados:
La gente se reunió a nuestro alrededor y nos atacó. Llevaban chalecos protectores porque eran civiles que ayudaban en las labores de rescate. Nos acusaron de haber robado los cuerpos y una bicicleta de la camioneta. Los gendarmes estaban allí disparando al aire. Les explicamos que nos llevaríamos los cuerpos en el coche, pero nos apuntaron a la cara con kalashnikovs y nos dieron una paliza tremenda, luego vino otro grupo de soldados y nos esposaron.
Los hombres fueron llevados a un lugar cercano al Prime Mall de Antakya, donde tuvieron que entregar sus teléfonos móviles y luego se les ordenó que los abrieran con los números pin para demostrar que eran los verdaderos propietarios. Los hombres sufrieron heridas en la cara y contusiones, pero ninguno de ellos decidió presentar cargos, por temor a que los gendarmes no rindieran cuentas y pudieran sufrir represalias. Los investigadores examinaron y verificaron las imágenes de la agresión a los hombres, que posteriormente se publicaron en al menos cuatro canales de Telegram.
Recomendaciones
Las autoridades turcas deberían:
- Llevar a cabo investigaciones completas, rápidas e imparciales sobre todas las denuncias de tortura u otros malos tratos por parte de la policía, la gendarmería y el personal militar en la región del terremoto.
- Lleven a cabo investigaciones exhaustivas sobre comportamientos xenófobos o de motivación racial, incluidas amenazas verbales y agresiones físicas, por parte de miembros de las fuerzas de seguridad contra ciudadanos sirios u otros extranjeros.
- Garantizar que todas las víctimas tienen acceso a reparaciones por el sufrimiento que se les ha infligido, de acuerdo con sus derechos y las obligaciones de Turquía en virtud del derecho internacional.
- Revisar todas las imágenes de vídeo disponibles de este tipo de incidentes en las redes sociales, incluidos los canales de Telegram, para identificar a los miembros de las fuerzas de seguridad que estén directamente implicados en incidentes de tortura u otros malos tratos, o que no hayan impedido o intervenido en incidentes en los que particulares se hayan tomado la justicia por su mano agrediendo violentamente a personas con impunidad.
- Lleve a cabo un examen exhaustivo para determinar si altos mandos policiales, gendarmes y militares dieron órdenes al personal bajo su mando que indicaran que la declaración del estado de excepción legitimaba la tortura u otros malos tratos.
- Lleve a cabo una revisión exhaustiva de la aplicación de la ley en la región en la que se declaró el estado de excepción para poner fin al flagrante abuso de poder policial y garantizar la seguridad de la población, garantizando, entre otras cosas, que se cumplen estrictamente en todos los casos los métodos legales de detención, reclusión y procesamiento de presuntos delincuentes y que se cumplen plenamente las obligaciones de obtener informes médicos para los detenidos y de ponerlos a disposición de fiscales y jueces sin demora.
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